“…buscando las misteriosas mariposas del alma y enseñarlas a ser emocionalmente inteligentes.»
( Santiago Ramón y Cajal)
Darwin, en su obra “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” (1872), muestra la importancia que en la supervivencia de las especies cobra las emociones, sugiriendo que el comportamiento expresivo relacionado con una emoción se basa en restos o elementos parciales de una respuesta compleja relacionada con la causa de la emoción y con un origen primitivo ( por ejemplo, la expresión de asco como reflejo incompleto del acto de vomitar). Las emociones se presentan como un instrumento que interviene en nuestro cerebro formando parte de la respuesta de este ante situaciones que exigen una rápida actuación frente a situaciones de nuestro entorno. Los complejos procesos cerebrales de respuesta ante estímulo externos que exigen una actuación encaminada a la supervivencia, defensa, ataque o incluso afiliación o sustento del grupo.
Las emociones denominadas básicas o primarias mantienen en común, que forman parte de la información genética transmitida y compartida con otros mamíferos, en especial primates, y mantienen un carácter universal, porque son independientes de la cultura. El miedo, la ira, el asco, la alegría , la tristeza, sorpresa e incluso el desprecio, son las emociones básicas más admitidas por el mundo científico que formaron parte de bagaje que llevó el hombre hasta nuestros días en un proceso evolutivo de millones de años. Cada emoción básica se caracteriza por la alta intensidad y la corta duración, encabezando todo un grupo de emociones secundarias, que aisladas o en combinación de otras, complementan las anteriores, teniendo un carácter anticipativo a diferencia de la reactividad de las básicas o primarias, y son menos intensas pero de mayor permanencia en el tiempo.
Las emociones básicas, ofrecen respuestas fisiológicas concretas y específicas que condicionan la expresión facial, cambios cognitivos y atencionales, alteraciones físicas que generan un patrón de experiencia subjetiva que puede ser etiquetada. Estos, pueden estimular procesos cognitivos diferenciados como son el sistema perceptual, que maximiza la atención hacia el estímulo incitador apartándolo de distracciones, así como otros procesos complejos de orden superior que hacen que la emoción, actúe conectando con información almacenada, basada en experiencias emocionales asociadas a situaciones similares del pasado.
Hoy, parece incuestionable que las funciones adaptativas, sociales y motivacionales de las emociones básicas, cumplieron con el objetivo de supervivencia como especie, evolucionando un sistema que permitía hacer frente con eficiencia y de manera rápida, predecible y automática, los constantes problemas relacionados con la supervivencia en el entorno y medio ambiente en el que el hombre se desenvolvía.
Pero en la actualidad, el entorno ha sufrido una híper evolución, acelerando todos los procesos medioambientales y las situaciones de entorno y peligro. La esperanza de vida se ha multiplicado por 2,3 en los últimos 100 años, mucho más que en los anteriores 3000 y las sociedades industrializadas han acelerado la evolución social a una velocidad muy superior a la de adaptación del hombre. Podríamos decir que hemos sumado años a la vida pero ¿hemos sumado vida a los años?.
Esto hace plantearse al mundo científico si estas emociones básicas, que tan útiles fueron para la supervivencia del hombre, pudieran ser ahora la base de situaciones sociales no deseables como guerras, violencia sexista, o conflictos tribales (basados en afiliaciones culturales, deportivas, religiosas, etc). El miedo y la ira, como dos de las emociones más ancestrales, producen reacciones fisiológicas necesarias para cumplir su cometido como vasoconstricción o vasodilatación, dilatación o contracción pupilar, aumento de flujo sanguíneo a los pies o a las manos, respectivamente. Y todo para huir o atacar. Pero en la actualidad, estas reacciones fisiológicas nos llevan a plantearnos cuestiones como: ¿qué las motivan?, ¿cuánto se mantienen activas”, “qué efectos producen cuando se prolongan durante largos periodos de tiempo?. En al actualidad, han aparición y desarrollo numerosos modelos que se basan en el control emocional, en la adecuación de las emociones básicas, que sin suprimirlas por ser imprescindibles, pretenden gestionarlas y adaptarlas a las nuevas funciones y exigencias del entorno en el que el hombre se desarrolla. De alguna forma, todas estas propuestas, como la desarrollada y conocida como inteligencia emocional, pretende ajustar el carácter evolutivo de las emociones al medio ambiente cultural y social, potenciando una gestión emocional basada en la inteligencia cognitiva, lo que supondría reeducarnos hacia la gestión inteligente de las emociones, “buscando las misteriosas mariposas del alma y enseñarlas a ser emocionalmente inteligentes ( Santiago Ramón y Cajal)